Debo confesar que hay dos: uno, insano, tendiente a los ciclos de autodestrucción masiva y melancolías constantes; otro, positivo e hilarante conviviendo en este delgado cuerpo.
Luchan por controlar un miembro, un òrgano o alguna parte del cerebro màs que el otro. Otras veces conviven tranquilamente regalandose felicidad el uno al otro, se abrazan y acarician, en realidad se aman.
No hay fin en esta historia, ninguna de las dos partes encontrará repentinamente otro cuerpo en el cual habitar. Sólo los observo y actúo esperando encuentren su equilibrio.
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