EL GOTCHA Y YO

Todo comenzó un hermoso sábado de septiembre, el clima era un poco frío a las 7:40 de la mañana, pero a Guada, tan linda como suele serlo, no le importó y dijo que no me dejaría salir si no lavaba la ropa interior que había dejado juntar durante dos semanas.

Dejé que mi cuerpo se apartara poco a poco de mis cálidas cobijas, por fin templada o fría, agarré los guantes, la bolsa de Liverpool con ropa interior y; me deje llevar por un extraño poder hacía la azotea del edificio. Terminé de lavar como a las 8:30, hora a la cual Gerardo pasaría por mi.

Otra vez hice esperar como no se cuántos minutos después de la media a mi querido novio (pobrecito) en lo que me ponía medio decente. Por fin, partimos hacia la casa de sus primos.

Ya ahí, tuvimos que esperar a todos aquellos impuntuales ( si señor más que nosotros). Desayunamos unos ricos huaraches típicos de la región del metro Nezahualcoyotl, de los cuales sinceramente dudaba de su calidad, pero la verdad son altamente recomendables.

Total que llegamos como a la 1 de la tarde a un lugar cerca de barranca del muerto, muy clandestino por cierto, no había una delimitación del terreno o algún anuncio que avisara que era un sitio exclusivo para jugar gotcha. Cuando los carros se empezaron a detener en un caminito tenebroso creo que por la mente de varios (eramos 14) pasó la misma idea "a ver a que hora nos salen unos cabrones con fusca".

Nos bajamos de los autos, nos explicaron ciertas reglas para poder jugar, nos dieron nuestro equipo: un chaleco (en mi caso dos), el rifle, nuestras bolitas de tinta, la careta y, a cambio nosotros aflojamos 200 pesotes.

Estando en el "campo de acción" nos separamos en tres equipos, dos de 5 y uno de 4, los novios no podían estar juntos, por fin comenzó la acción.

Todos contra los otros equipos: bolitas de pintura por aquí por allá y gritos de dolor jajajaja. Arrastrarse, agacharse, revolcarse, atrincherarse, refugiarse, y muchos más verbos que podrían describir toda la acción que se vive, esa descarga de adrenalina para no salir con golpes, y también el simple hecho de tener bajo tu poder a otro que ya tienes en la mira.

Estábamos tan entrados en el asunto que no sentimos el pasó del tiempo y mucho menos que la leve llovizna cada vez se hacía más fuerte. Hasta que el chico encargado nos dijo que ya no podíamos seguir divirtiéndonos.

Debo decir que yo no quería jugar porque me habían dicho que dolía mucho y, efectivamente duele, lo sé porque un mocoso sin querer me pegó en el brazo y sí si duele. Pero es soportable. así que si van a ir al gotcha no le tengan tanto miedo a esa nueva experiencia, dejense llevar por este otro placer.

Ahora pienso en gotcha todo el tiempo...jajaja...sarcasmo, claro.